Carentes de calorías, los edulcorantes artificiales
fueron introducidos hace más de un siglo como una forma de conferirles
sabor dulce a los alimentos sin el contenido energético del azúcar. Pero
diferentes estudios que se vienen sucediendo en los últimos años
sugieren que podrían no ser inocuos. Resultados preliminares de una
investigación en ratones y en un grupo reducido de seres humanos vuelve a
poner esta controversia sobre el tapete.
El trabajo, que se publica hoy en Nature, sugiere que
estos productos podrían crear las condiciones para la aparición de
diabetes induciendo intolerancia a la glucosa por la alteración de la
población de bacterias intestinales.
Científicos del Instituto Weizmann y de la
Universidad de Tel Aviv, dirigidos por Eran Elinav y Eran Segal, les
dieron de tomar agua con tres edulcorantes ampliamente utilizados a un
grupo de ratones y los compararon con otros que tomaban agua sola o agua
con azúcar. En la undécima semana, los que habían consumido
edulcorantes habían desarrollado una marcada intolerancia a la glucosa.
Para obtener información de seres humanos, los
investigadores interrogaron sobre su consumo de edulcorantes
artificiales a 381 voluntarios no diabéticos. Los cuarenta participantes
que más los habían consumido tuvieron niveles más altos de azúcar en la
sangre que los 236 que no los habían consumido.
En otra prueba, les dieron sacarina durante una
semana a siete voluntarios saludables que normalmente no consumían
edulcorantes. En el transcurso de esa semana, cuatro mostraron cambios
en la distribución de sus bacterias intestinales y una disminución en su
capacidad para procesar el azúcar.
Aunque las evidencias que arroja este estudio en
particular no son concluyentes, un análisis firmado por Taylor Feehley y
Cathryn Nagler en la misma revista destaca que podrían revelar un
efecto inesperado de los edulcorantes y que podrían arrojar luz también
sobre por qué parecen no ser efectivos para la pérdida de peso.
"Por ahora, son indicios, pero están sugiriendo
efectos que no son solamente edulcorar. Eso es lo que llama la atención
-afirma el doctor Julio Montero, ex presidente de la Sociedad Argentina
de Obesidad y Trastornos Alimentarios, en cuyo congreso hace muy pocos
días se trató el tema de los edulcorantes artificiales-. Hasta ahora se
veía a los edulcorantes simplemente como moléculas que modificaban el
sabor y hacían que ciertos alimentos fueran más agradables al paladar.
Pero este y otros trabajos muestran que podrían tener otro tipo de
acción. Por ejemplo, sabemos que cuando se combinan con hidratos de
carbono poseen efectos hormonales: generan una respuesta intestinal más
enérgica. Estudios en animales indican que cuando se sustituye un
edulcorante calórico por otro artificial, éstos ingieren más cantidad de
alimento, como si estuvieran persiguiendo un efecto que no encuentran.
Esto promueve que sigan comiendo y ganen peso. Algunos estimulan la vía
dopaminérgica a través de los receptores gustativos y aumentan el poder
de recompensa de la comida. Otro de los efectos demostrados es que
aumentan la secreción basal de insulina, lo que puede convertirse en el
prólogo de la ganancia de peso."
Anteayer, en una teleconferencia de prensa organizada
por la revista científica, Erinav y Segal dijeron que estos resultados
no alcanzan para recomendar cambios en la alimentación. Otros
especialistas coinciden en que se necesitan más pruebas. Para Montero,
"Son sustancias que merecen que se las estudie desde muchos puntos de
vista y no solamente por el sabor. Están apareciendo efectos que nunca
se habían mencionado. No nos podemos quedar con el concepto del sabor".